«…El Trío Salduie ofrece hoy para nuestro disfrute ocho tríos con piano muy poco conocidos por el aficionado […] víctimas de un injusto olvido hasta que manos “redentoras” -como las del admirable Trío Salduie en este disco- las devuelven a la vida.» José Luis Temes. Premio Nacional de Música (2008).
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Programa «El Auditorio» de Aragón Radio con Juan Carlos Galtier: http://www.aragonradio2.com/radio?reproducir=106299
Entrevista y crítica en RITMO (septiembre 2014) Ritmo_Septiembre2014_Num877_EntrevistaTríoSalduie
RITMO_Crítica Víctor Rebullida_octubre2014
Revista Clásica 2: http://clasica2.com/?_=/clasica/Sugerencia-discografica/Trio-Salduie-Joyas-recuperadas-de-la-musica-espanola
Codalario_Entrevista 17.09.2014
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REPERTORIO
Mariano Perelló Tres Impresiones*: Pensando en Álbéniz, Capricho andaluz, Escenas gitanas
Aureliano Valle Nocturno de una zarzuelita de cámara*
Valentín de Zubiaurre Una siesta (Vals )
Josep Sancho i Marraco Maripilar (Vals)*
Henry Frank Spring (Fox-Trot)*
José Mª Sanmartín Agur Jaunak (Vasconia)*, Canción de cuna (Santa Cruz de Tenerife)*, Vito (Andalucía)*
Pablo Sorozábal Ume malkoak (Lágrimas de niños), Txori abestiak (Canto de pájaros)
Ernesto Halffter Hommages (Petite Suite pour Trio): Andantino senza Variazioni (à Francis Poulenc), Allegro Molto Vivace (à Igor Stravinsky), Lento, ma non troppo (à Adolfo Salazar), Hommage à l’après-midi d’un faune
* Primera grabación
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El repertorio registrado en este disco está cimentado en un exhaustivo trabajo de investigación en bibliotecas y archivos musicales españoles. Parte de las obras son inéditas, habiéndose llevado a cabo un minucioso trabajo de recuperación directamente desde los manuscritos. Se da la circunstancia, además, de ser la primera grabación que se realiza de un gran número de ellas, concretamente las de Mariano Perelló, Aureliano Valle, Josep Sancho i Marraco, Ricard Lamote de Grignon y José Mª Sanmartín.
La mención de algunos de los nombres que figuran entre los compositores nos obliga a reflexionar en lo injusta que ha sido la historia con ellos, ya que a la selección natural del tiempo se han sumado, en ocasiones, los acontecimientos políticos. Por ello, la finalidad del Trío Salduie es dar a conocer a los creadores que también han hecho de la música de cámara española una realidad, especialmente quienes, por diferentes motivos, no han gozado del merecido reconocimiento. La calidad de sus obras es indiscutible y su escucha en ningún caso deja indiferente al oyente. Son, realmente, joyas que merecen ser rescatadas del olvido.
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Nuestro agradecimiento a cuantas personas han hecho posible que este proyecto fuera una realidad.
Grabado los días 22, 23 y 24 de julio de 2013 en el Laboratorio Audiovisual
de Zaragoza
Grabación y mezclas Carlos Estella y José Manuel Huerta
Masterización Carlos Estella
Edición Daniel Ríos
Fotografías Trío Salduie Flare Project, Visual Art & Photography
http://www.flareproject.com
Makeup Javier Romero http://www.javieromero.com
Traducción al inglés Elisa Francés Martínez
Diseño gráfico Fernando Lasheras
Cubierta fragmento de una pintura de Jorge Gay
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INTRODUCCIÓN
A pesar de algunos casos aislados, no puede decirse que la música de cámara en España, durante el siglo XIX, estuviera a la altura, en calidad y en cantidad, de la producción centroeuropea. La corte española no ofrecía el más mínimo interés por el tema lo que, unido a la ausencia de una cultura musical sólida entre la burguesía, hizo imposible cualquier intento de consolidar el cultivo de la música de cámara hasta bien avanzado el siglo XIX. Las obras para grupos instrumentales se adscribían, en su mayoría, a las piezas de salón, caprichos brillantes o románticas romanzas. A finales del siglo, diversos factores influyeron en el crecimiento de este género, tanto en el aspecto compositivo como en las programaciones de las sociedades de conciertos, donde, por primera vez, pudieron escucharse las grandes obras del repertorio europeo. La aparición de una nueva generación de virtuosos del violín, el violonchelo o el piano estimularon la vena creadora hispana dentro de esta categoría musical.
Durante los primeros años del siglo XX, la música española inicia lo que sería medio siglo de indudable esplendor. La zarzuela y el género chico, que habían cubierto en gran medida la parcela musical del último período del siglo XIX, van dando paso a dos campos más ambiciosos: el sinfónico y el de la música de cámara. Cobra también mayor relieve la música instrumental, convirtiéndose en los tres protagonistas de la creación musical. Las orquestas, solistas y conjuntos de cámara son los vehículos que orientan las nuevas obras, integrando esta corriente creadora los nombres que van a ser los responsables de la continuidad de nuestra música. Es el caso, por ejemplo, de Isaac Albéniz, Enrique Fernández Arbós, Enrique Granados, Manuel de Falla, Joaquín Turina, Oscar Esplá o Jesús Guridi.
Los cincuenta primeros años del siglo XX quedan fraccionados en varias etapas, siendo la primera de ellas de marcado signo nacionalista . Es Manuel de Falla quien crea las bases de la segunda etapa, en la cual participarán compositores de la “Generación del 27” o “de la República”. A los varios calificativos de la “Generación Musical del 27” se podría añadir en buena parte el de “ignorada”, algo que se prolongará en una tercera fase con la “Generación perdida”, cuando se produce el caos de la “diáspora”, etapa que aún no ha sido recuperada del todo. Por último, el tiempo de la posguerra, la “Generación del 58” o de la “Nueva Música”, que busca en gran medida la reconstrucción del tiempo perdido.
La música cinematográfica, el resurgir de la música de cámara y sinfónica, la preocupación por la tradición, que alterna con los nuevos lenguajes, junto con un amplio y extenso listado en tendencias, harán posible que la música española se renueve y modernice. Se trata de una etapa de dificultades, que si no siempre fue esplendorosa, sí consiguió la continuidad por la que las generaciones anteriores habían luchado con acierto.
El repertorio registrado en este disco está cimentado en un exhaustivo trabajo de investigación en bibliotecas y archivos musicales españoles. Parte de las obras son inéditas, habiéndose llevado a cabo un minucioso trabajo de recuperación directamente desde los manuscritos.
La mención de algunos de los nombres que figuran entre los compositores nos obliga a reflexionar en lo injusta que ha sido la historia con ellos, ya que a la selección natural del tiempo se han sumado, en ocasiones, los acontecimientos políticos. Por ello, la finalidad del Trío Salduie es dar a conocer a los creadores que también han hecho de la música de cámara española una realidad, especialmente quienes, por diferentes motivos, no han gozado del merecido reconocimiento. La calidad de sus obras es indiscutible y su escucha en ningún caso deja indiferente al oyente. Son, realmente, joyas que merecen ser rescatadas del olvido.
PRÓLOGO
José Luis Temes, 2013
Hasta bien entrado el siglo XX, la música española de salón construyó su encanto mucho más sobre la miniatura, la pequeña forma y el trazo sencillo, que sobre la complejidad del gran formato. La diferencia entre nuestra música postromántica y la germana (o incluso la francesa) no fue sólo que en España se cultivara infinitamente menos –y que, consecuentemente, los frutos fueran mucho menos relevantes, es innegable- sino que la ambición de la gran forma se reservó para el teatro lírico y el género sinfónico, pero no para la música de cámara. Hasta los cuartetos de Tomás Bretón, y luego los de Conrado del Campo, el público camerístico español se identificó más con la pieza breve, emotiva y sencilla en el trazo.Ya antes del siglo romántico, la existencia en España de una brillante música de salón dieciochesca, que había preferido la intimidad de la guitarra a la grandilocuencia del piano, había sido todo un síntoma.
El Trío Salduie ofrece hoy para nuestro disfrute ocho tríos con piano muy poco conocidos por el aficionado, compuestos por autores españoles en el ámbito de un siglo, pero bañados todos por la luz del tardorromaticismo europeo. Así que, salvo en la obra de Ernesto Halffter que cierra el disco -refinada y audaz como todo lo que salió de su pluma-, en ninguna de las obras esperemos vanguardias armónicas, ni innovación técnica; lo cual no es bueno ni malo en sí mismo, pues mucha gran música de los maestros europeos no buscó ni lo uno ni lo otro. Pero sí encontraremos música muy sensible, con su puntito decadente, reflejo de un tiempo a caballo entre dos épocas. Y estupendamente interpretada, por cierto, gracias a este Trío Salduie, que tanto ama estos pentagramas.
Lo antedicho es fácilmente constatable en las Tres impresiones para trio con piano, de Mariano Perelló. Se trata de un compositor poco conocido como tal, pues debe su presencia en la memoria musical española tanto a su labor como violinista –a solo y en música de cámara-, como, más especialmente, a los recuerdos que dejó plasmados de su querido amigo Isaac Albéniz, con quien compartió muchas horas en el último tramo de la vida de éste. Perelló (Barcelona, 1886-1960) fue profesor de violín en el Conservatorio del Liceo y en la Academia Marshall. Fundó el Trío Barcelona junto a Ricardo Vives (piano) y Pere Marés (cello), con el que recorrieron toda España y numerosos países de Europa y América. Es verosímil que para su propia agrupación compusiera estas Tres impresiones, estrenadas en 1922, que viajan desde su insobornable admiración por Albéniz hasta la Andalucía que tan magistralmente retrató en música el autor de la Suite Iberia.
Aureliano Valle (Bilbao, 1846-1918) fue uno de los varios compositores vascos que trazaron un puente cultural entre Vascongadas y el París de finales del siglo XIX, con ánimo de poner luego ese cosmopolitismo francés al servicio de la cultura española. Pues si en Bilbao había sido estudiado con Nicolás Ledesma, a quien sustituyó como organista en la basílica de Santiago -el punto más importante de música religiosa en la ciudad-, en París se formaría junto a Antoine Marmontel, uno de los maestros más cotizados y antiguo profesor de Debussy. Dueño de un sólido oficio, compuso luego mucho para salones y teatritos; y por supuesto mucha música religiosa. Hacer buena música y ponerla a disposición de una amplia base de ciudadanos fue el objetivo de esta generación; así se explica, además su nada menos que un cuarto de siglo como responsable de la Sociedad Coral de Bilbao, una de las señas de identidad de su ciudad. El breve Nocturno que escuchamos consta de una sola línea melódica, enunciada primero por el violoncello, y luego levemente variada. Aunque no tenemos seguridad, por estar el original perdido, bien pudiera tratarse de un fragmento de su zarzuela de pequeño formato Al buen camino, estrenada en el Patronato de Obreros de Bilbao, en 1906.
También vasco, también alumno de Ledesma y absolutamente contemporáneo de Valle, Valentín de Zubiaurre (1837-1914) tuvo una carrera de mayor proyección nacional e internacional. Fue también alumno de Hilarión Eslava, a quien sucedió al frente de la Capilla Musical del Palacio Real de Madrid. Residió casi toda su vida en Madrid y estrenó dos óperas en el teatro Real, algo insólito para un compositor vivo y no italiano. Compuso mucho, sobre todo en base a su excelente oficio. El trío Una siesta es un breve vals de salón, del que realizó varias versiones para diversas formaciones. Imposible comprender mejor que con su escucha esa música evanescente, frágil y levemente nostálgica de los salones finiseculares españoles, paradigma de una sociedad aristocrática que quedaba atrás y otra burguesa y modernista que le tomaba el relevo.
El mismo perfume respira el breve vals titulado Maripilar, de Josep SanchoMarraco (1879-1960), que escuchamos luego. Nacido en La Garriga (Barcelona), De familia de músicos, fue también maestro de capilla de la catedral de Barcelona, trabajo que compatibilizó con la creación de un catálogo abundante, a veces en la estética del Noucentisme catalán, de corte europeísta e individualista, que impregnó todas las artes en su tiempo.
También es éste el entorno del barcelonés Ricardo Lamotte de Grignon (1899-1962), compañero y amigo del anterior, aunque de estética más avanzada. Formó parte del Grupo catalán de “los Ocho” –junto a Gerhard, Toldrá, Mompou, etc.-, proclamando una música indentitaria catalana dentro de las corrientes europeístas, algo paralelo a lo que poco antes había planteado el “Grupo de Madrid”, en torno a la figura de Adolofo Salazar. Por lo que conocemos de la música de Lamotte de Grignon (habría que especificar que hablamos del hijo de la familia, puesto que su padre, Juan, fue también músico de primera fila), es ésta siempre extrovertida y directa, ajena a la grandilocuencia. Aun dentro de ser una obrita menor, lo dicho está muy presente en el Fox-trot que se incluye en este disco, una de las muchas músicas de salón (o abiertamente herederas de la estética del “café concierto”) que cultivaron los modernistas de su tiempo, debitarias no tanto de los bailes aristocráticos pretéritos cuanto de la nueva juventud modernista.
Muchos músicos de mi generación recordamos aún los estupendos conciertos que en los años 70 ofrecieron tres destacados componentes de la Orquesta de la Radiotelevisión Española, la más joven de España por aquella época: Hermes Kriales (violín), Enrique Correa (violoncello) y José María Sanmartín (piano). Fue un excelente trío que resucitó mucha música española de salón, y que encontró una cierta continuidad –no creo equivocarme- en el que luego fuera el Trío Mompou. El pianista de aquel grupo era, además, un compositor de muy buen oficio, exalumno de Honegger en París, con un catálogo no muy grande (lógico, dado el mucho esfuerzo que dedicaba a su carrera como pianista) pero nada desdeñable, aunque sólo pudimos conocer de él media docena de obras. Entre ellas, la Suite arabarra que le valió el Premio Nacional de Música en 1963. Sanmartín (Vitoria, 1931 – Madrid, 1977) sorprendía a sus miembros de grupo de vez en cuando con pequeñas piececitas que elaboraba para ellos con tanto mimo como buen oficio. El Trío Salduie reúne aquí algunas, en forma de tríptico: unas variaciones del Agur Jaunak, simbólico canto de bienvenida o despedida del pueblo vasco; una nana como tiempo lento central; y unas variaciones sobre El Vito, por cierto muy distantes de la armonización que popularizó García Lorca.
Aunque su producción lírica haya ensombrecido mucho la instrumental y sinfónica, Pablo Sorozábal (San Sebastián, 1897 – Madrid, 1988) se planteó inicialmente una carrera compositiva alejada del mundo de la zarzuela que inundaba casi por completo la vida musical española de su época de juventud. Otra cosa fue que sus éxitos primeros en este terreno -y singularmente el de Katiuska, cuando contaba 33 años de edad- condicionaron su vida futura centrada ya en lo escénico. Sorozábal perfeccionó sus estudios de composición en los años 20 viajando para ello a París, Berlín y Leipzig. Precisamente en esta última ciudad, mientras estudiaba en los cursos académicos 1923 a 1925, compuso una serie de obras basadas en cantos populares vascos: las Variaciones sinfónicas sobre un tema vasco, la Suite vasca y los Dos apuntes vascos, todas ellas para orquesta; los Dos piezas para violín y piano; y los Dos piezas infantiles sobre cantos vascos, que escuchamos en este disco. La música de cámara de Sorozábal es diáfana y siempre melódica, pues creo que el tipo de melodismo que nos muestra en sus zarzuelas impregna también su música no lírica. En su brevedad, estos dos cantos vascos no pueden ser más nítidos y luminosos; eso sí, con un halo de serena tristeza.
Si las obras escuchadas hasta aquí basan su encanto en su exquisitez sin más pretensiones, el trío de Ernesto Halffter (Madrid, 1905-1989) que cierra el disco es una obra maestra en su género. Estamos ante cuatro “reflexiones sonoras” ante tres de sus más preclaros amigos o admirados (Poulenc, Salazar, Stravinsky) y ante una de las obras más “luminosas” del siglo XX: el Preludio a la siesta de un fauno. La historia de esta obra es extraña: había sido compuesta en 1922, es decir, cuando su autor tenía 17 años (!). Al año siguiente, Halffter fuepresentado a Manuel de Falla, a quien hizo entrega de estos Hommages, con el ruego de una opinión. El gaditano le devolvió poco después la partitura con una indicación manuscrita de “Bravo!” y su firma. Pese a ello, Halffter continuó trabajando otras obras con don Manuel y nadie volvió sobre aquel trío. De hecho, se editaron otras obras suyas de esos años, pero ni siquiera estos cuatro Homenajes llegaron a ser estrenados. ¿La razón? Parece claro que Hallffter no quería dar a la luz esta obra con esta breve duración, por lo que pensó añadirle nuevos “homenajes”; de hecho, no sería ésta en absoluto la única obra que don Ernesto “aparcara” hasta terminar de verla clara. Dos años después de fallecido Halffter, el Trío Mompou gestionó la recuperación de la obra en su primitiva redacción –parece ser que se encontró algún boceto de algún nuevo movimiento-, de tal manera que el Trío fue estrenado al fin en 1991 en el Auditorio Nacional de Música, casi setenta años después de su composición. Así que la escucha de aquella bellísima música olvidada nos asombró y deleitó a todos los presentes. Su caso resultaba paradigma de esas pequeñas joyas de nuestra literatura musical, víctimas de un injusto olvido hasta que manos “redentoras” -como las del admirable Trío Salduie en este disco- las devuelven a la vida.
COMPOSITORES/OBRAS
VALENTÍN MARÍA DE ZUBIAURRE (Garay, Vizcaya, 1837-Madrid, 1914).
Su devenir creativo reproduce de forma inigualable la evolución de la música española durante la segunda mitad del s. XIX. Contemporáneo de Chapí, Bretón, Chueca y Monasterio, formó con todos ellos lo que se ha denominado la segunda generación de compositores románticos españoles.
Su vida artística queda definida en tres épocas: I. Bilbao y Venezuela (1845-1861). II. Primera etapa madrileña y viaje por Europa (1861-1874). III. La Real Capilla de Madrid (1875-1914).
Si bien la música de Zubiaurre aborda todo tipo de géneros, la religiosa ocupa, sin duda, un lugar preponderante. Desde las obras más experimentales de su primera etapa, llenas de alusiones al folklore o de referencias al brillante lirismo italiano, se dirigió hacia una escritura más conservadora, posiblemente como consecuencia de su cargo como maestro de la Capilla de Música del Palacio Real de Madrid. Admiraba el folklore de su país natal y en homenaje a él escribió varios zortzikos de profunda esencia vasca.
Gracias a la menor de sus hijos, Pilar, que mantuvo una estrecha amistad con personalidades de la música española como Manuel de Falla, Felipe Pedrell o Adolfo Salazar, se ha podido recuperar la práctica totalidad del catálogo compositivo de su padre.
JOSEP SANCHO I MARRACO (La Garriga, Barcelona, 1879-1960)
Se le considera unos de los compositores más prolíficos del siglo XX. Su catálogo comprende más de quinientas obras, tanto de carácter religioso como profano. Su producción religiosa la componen más de quince misas, antífonas, himnos, gozos, cánticos… Sus obras polifónicas pueden situarse al lado de las mejores composiciones de los grandes maestros de todos los tiempos.
La misma belleza de concepción y riqueza técnica que puede admirarse en el género religioso, la encontramos en su música profana: corales para orfeones, canciones para voz y piano, habaneras, sardanas para coblas o para agrupaciones corales, armonizaciones de canciones populares, obras para orquesta y banda, tríos, cuartetos, quintetos, etc.
Hizo más de doscientos arreglos para pequeñas formaciones de obras de Haendel, Bach, Beethoven, Verdi, Wagner, Gounod, Chapí, y muchos otros compositores. Su estilo era siempre polifónico, siguiendo el maestrazgo de los grandes compositores del siglo XVI.
Su fecunda actividad no sólo se explica por su capacidad de trabajo y un entorno propicio –era maestro de capilla de la Catedral de Barcelona – sino también por su precocidad en la composición, que comenzó a los catorce años. Vivió plenamente la efervescencia cultural de la Barcelona modernista, y sus composiciones pronto comenzaron a ser reconocidas, superando el centenar de premios recibidos.
HENRY FRANK (seudónimo de Ricard Lamote de Grignon) (Barcelona, 1899- 1962)
Hijo del compositor Joan Lamote de Grignon, su primera formación musical la recibió de su padre en el entorno familiar, ampliándola después en el conservatorio del Liceo y con su mismo padre en la composición.
Encontró su camino en la labor compositiva, cuyo arranque tuvo lugar hacia los años 20. Fue un neorromántico abierto a todas las audacias de la técnica moderna, pero siempre rebosante de ideas y de sentimiento. Conocedor del universo instrumental e interesado en la música de su tiempo, su obra posee un marcado eclecticismo y se desarrolla en el marco de la sobriedad y escrupulosidad. Sus composiciones abarcan casi todos los géneros: música escénica, orquesta, obra coral, lieder, sardanas y transcripciones para banda. Alguna de la música que componía para baile la firmaba bajo los seudónimos de Henry Frank o Amadís de Gracia.
Durante la guerra civil, y junto con su padre, formó parte de diversos movimientos de intelectuales republicanos, por lo cual fue destituido de su cargo de la Banda Municipal, dedicándose, desde entonces, a la composición y a la pedagogía.
El Fox-Trot (“paso del zorro” o “trote del zorro”) nace con las primeras orquestas de Jazz. Su nombre debe el origen a las danzas que las tribus negras ejecutaban y que imitaban a los movimientos de los animales. El fox-trot fue la carta de la que se sirvió el jazz en España para hacer su presentación en sociedad.
AURELIANO VALLE (Bilbao, 1846-1918)
Pocos detalles se conocen de la creación musical de Aureliano Valle, teniendo en cuenta los escasos documentos directos existentes en torno al músico. Tan sólo lo que mencionan las citas y referencias de su época. Tras estudiar con Inchaurbe y Ledesma, compuso numerosas obras, muchas de ellas religiosas. Luego marchó a París, en cuyo Conservatorio fue alumno de Marmontel y Thomas.
A su regreso, sustituyó a Ledesma como organista de la catedral de Santiago. Compuso partituras corales, zarzuelas e hizo arreglos de canciones vascas para los grupos vocales recién inaugurados, entre los que estaba el Orfeón Bilbaino. Se sabe, por citas de periódicos y revistas, que armonizó para coro bastantes obras populares, así como que dirigió las arregladas por otros. También compuso dos zarzuelas.
En cuanto a la nueva lírica vasca, él fue uno de los principales impulsores, preparando y dirigiendo las óperas compuestas por Guridi, Usandizaga e Intxausti, con las que este género experimentaría un giro de 180 grados. Si por algo merece ser recordado es por su importante papel y empeño en la evolución musical, siendo protagonista fundamental del cambio del tipo de repertorio coral, la renovación de la música religiosa y el nacimiento de la «nueva» ópera vasca.
Aunque se sabe que escribió bastante, apenas queda nada de su obra. En los archivos, bibliotecas y otros lugares públicos escasamente se conserva muestra alguna.
MARIANO PERELLÓ (Barcelona, 1886-1960)
Realizados sus primeros estudios de solfeo y piano en la Escuela de Música de su ciudad natal, se dedicó al violín, bajo la dirección del maestro Solá. Aconsejado por Albéniz, continuó su perfeccionamiento con Crickboom, profesor del Conservatorio de Bruselas, que residía entonces en Barcelona. En 1902 obtuvo el premio de grado superior, marchando seguidamente a la capital belga para ampliar sus estudios de armonía y música de cámara. Fue primer violín de la Orquesta Ysaÿe de Bruselas, y ofreció numerosos conciertos con el propio Crickboom.
Fue uno de los promotores de la Liga de Asociaciones de Música de Cataluña y director de la Asociación de Música de Cámara de Barcelona. Asimismo, fue profesor en el Conservatorio Vizcaíno de Música y en el Conservatorio del Liceo de Barcelona. Fundó el Trío de Barcelona con el pianista Ricard Vives y el violonchelista Pere Marés. Su debut tuvo lugar en Berlín, al que siguieron giras por Europa y América. Las “Tres Impresiones” están, precisamente, dedicadas “A mis amigos y compañeros del «trío» Vives y Marés”.
La labor pedagógica realizada por Mariano Perelló fue muy fructífera. En 1930 escribió un folleto titulado “Nuestros Conservatorios de Música. Lo que son y lo que deberían ser”, notable proyecto de reorganización de enseñanza musical.
PABLO SOROZÁBAL (San Sebastián, 1897-Madrid, 1988)
Su vida fue pareja a la historia de España. Vivió los años convulsos tras la Primera Guerra Mundial y se mantuvo con éxito en el Madrid de la República, donde hubo una caída en la producción zarzuelística. Terminó este periodo con la composición de “La tabernera del puerto”, estrenada tres meses antes del Alzamiento Nacional. La Guerra Civil cortó de lleno la vida de este músico. Sus simpatías liberales le dejaron un tanto aislado tras la contienda, lo que le llevó a una profunda melancolía de la que nunca se repuso.
Sus obras escénicas combinan fluidez lírica y una chispeante orquestación, con un infalible sentido teatral. Sus preferidas fueron “Katiuska”, «La del manojo de rosas» y «La tabernera del puerto». Con su muerte se cerró el último capítulo en la historia de la zarzuela.
Aunque el estilo de Sorozábal es ecléctico, con influencias que van desde Debussy y Puccini a Walton y el musical de Hollywood, el estilo que integra todos estos elementos es en gran medida propio. Echó mano del folklore vasco para componer numerosas obras. La utilización de temas populares, junto a las referencias de temas de autores del siglo XVIII o del Siglo de Oro, serán características en su obra.
ERNESTO HALFFTER (Madrid, 1905-1989)
Por Manuel Halffter (hijo del compositor)
Compositor español considerado el único discípulo directo de Manuel de Falla y destacado miembro del «Grupo de los Ocho», que reunió a significadas figuras del mundo musical de su generación.
Fiel al precepto de su maestro, Manuel de Falla, se ciñó a las leyes eternas del ritmo y la tonalidad. Estéticamente, estuvo ligado a los poetas de la Generación del 27, siendo amigo personal de Ortega y Gasset, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego y Salvador Dalí. Fue un creador libre, espontáneo y apasionado, influenciado por Falla y la policromía de la música del S.XVII, así como por Stravinsky, Ravel y Poulenc.
«Hommages. Petite suite pour trio» (violín, cello y piano), se estrenó en Madrid el 21 de Noviembre de 1991, en el Auditorio Nacional, interpretado por el Trío Mompou. Pero esta obra fue compuesta entre 1922 y 1923, con la intención de rendir un modesto homenaje a cuatro compositores cuyas composiciones y marcada personalidad artística ejercían una notable influencia y admiración en el muy joven Ernesto Halffter, que solo contaba 17 años. Y así fue como compuso cuatro pequeñas piezas, todas denominadas «Homenajes», escritas «a la manière de» o, lo que es lo mismo, «al estilo de»: Francis Poulenc, inspirado en sus «Mouvements Perpetuels»; Igor Stravinski, en el inconfundible lenguaje musical que le caracteriza; para Adolfo Salazar, que pronto dará a conocer «Arabia» para cuarteto de cuerda, compone Halffter «Un parfum d’Arabie»; y el de Claude Debussy, inspirado en su «L’après midi d’un faune».
El juego tonal de las cuatro composiciones, revela el talento y la técnica de su autor, y le valieron el «Bravo» que Manuel de Falla, al estudiarlas, escribió de su puño y letra en una de las páginas de «Un parfum d’Arabie».
También pensó Halffter en homenajear a Gabriel Fauré, pero de este propósito sólo existe una página con apuntes.
JOSÉ Mª SANMARTÍN (Vitoria, 1927-Madrid, 1977)
Inició sus estudios de piano en el Conservatorio de Vitoria, ampliándolos en París con Ives Nat y Alfred Cortot, y trabajando con Honegger la composición. En 1955 obtuvo el Primer Premio de Piano del Conservatorio Parisino. Continuó su perfeccionamiento en Ginebra y Berlín. Becado por el Consejo Internacional de la Música de la UNESCO para incrementar sus conocimientos en materia pedagógica, visitó las principales escuelas de música de Europa con el fin de estudiar los distintos sistemas de didáctica e interpretación pianística.
Fue pianista titular de la Orquesta de R.T.V.E. y formó un trío junto al violinista Hermes Kriales y el violonchelista Enrique Correa, también componentes de la orquesta, con el que obtuvo notables éxitos. Además de destacado intérprete del piano, fue un magnífico compositor. Escribió obras para piano, canciones para voz y piano, música de cámara, coral, villancicos, sinfonías y temas para orquesta, algunas de ellas galardonadas a escala mundial.
A su muerte, Enrique Franco escribió sobre él: “José Mª Sanmartín, músico y hombre de refinado instinto, sustancial elegancia y nobleza de maneras […] Por vía de la elegancia, el compositor se expresaba siempre con moderación. Era enemigo de los excesos verbalistas y los colores cegadores. Todo quedaba así instalado dentro de una gama capaz de admitir muchas variantes pero, al mismo tiempo, de someterlas a una armonía tan exactamente ideada como realizada […] De ahí el refinamiento, en algo a la francesa, del arte de Sanmartín”.